A lo largo de mi carrera deportiva no me he caracterizado por “romperme mucho” pero he tenido un buen puñado de dislocaciones, heridas y cicatrices que cuidar y recuperar.
Las caídas forman parte de este oficio y la recuperación de cada una es vital para seguir adelante, no sólo para recuperar la forma totalmente, sino para volver a pilotar, ya que el motociclismo, te permite pilotar incluso cuando no estás totalmente al cien por cien, aunque en esas condiciones convivir con el dolor a más de 200 Km/h resulta duro y muy complicado.
He tenido la fortuna de haber estado rodeado siempre de grandes profesionales de la medicina y fisioterapeutas que, tras levantarme y salir de hospitales y clínicas de circuitos, me han ayudado a recuperar la forma con sus conocimientos y con una relación que ha ido mucho más allá de la estrictamente profesional. Y no solo eso, han estado en el día a día ayudándome a superar el desgaste de cada Gran Premio porque, aunque hay gente que aún no acaba de entenderlo, el motociclismo es un deporte físico para el que hay que estar muy bien de la cabeza a los pies y cada carrera agota y desgasta, por lo que hay que recuperarse rápido y bien para la próxima.
Pero, a la hora de poner el cronómetro marcha atrás para volver a estar bien tras una lesión, la lucha personal y la individualidad en el trabajo, son también muy importantes. Te enfrentas a ti mismo y el dolor. Te dices una y mil veces que aunque duela, tienes que forzar algo más al día siguiente para avanzar y no quedarte estancado. Si se trata de movilidad, tienes que doblar un grado o unos milímetros más aunque duela y parezca imposible. Ahí estás solo, totalmente solo con tu voluntad y determinación porque tu cuerpo es solo tuyo.
Si hay algo positivo en todo ello, es que en esos momentos cuando más tiempo tienes para ti porque estás obligado a sentirte, escucharte y eso te acerca más a ti mismo.