Un campeonato en el que, tras 15 carreras, los tres primeros clasificados han estado separados por tan solo 4 puntos y se ha decidido en los últimos metros del último Gran Premio, no puede calificarse de otra forma que no sea de emocionante, extraordinario, intenso y disputadísimo.
La carrera que cerró la temporada en Portimao nos tuvo en vilo hasta que cayó la bandera a cuadros, nos puso el corazón a mil por hora y al borde del infarto y la emoción estuvo a flor de piel viendo como Albert Arenas lograba el ansiado número 1 mundial en una prueba en la que casi me quedé sin voz narrándola para DAZN junto a Ernest Riveras que estaba absolutamente desencadenado y me costó mucho permanecer sentado en la silla de la cabina de comentaristas.
Precisamente lo sucedido en esa última cita del año, hace a Albert más merecedor del título y le da más valor a lo que ha conseguido después de una temporada en la que la constancia no le ha acompañado por algunas circunstancias que, en ocasiones, no han sido imputables a él después de lograr tres victorias y un segundo lugar en las cinco primeras carreras.
Arenas se merece la corona más que nadie. Ha sido el piloto más rápido. Es un profesional que cuida su preparación y los detalles como nadie y además, es una excelente persona, un tipo que vale mucho la pena.
Además, con el nuevo Campeón del Mundo de Moto3, me unen una afinidad y complicidad especiales ya que, tras el accidente en bicicleta que sufrió a finales de marzo de 2019 en el que estuvo a punto de perder el bazo, se puso en contacto conmigo para que le aconsejase y le transmitiese mi experiencia al respecto, pues, en la caída que tuve en Donington a principios de Julio de 1998 me dañé dicho órgano y me lo tuvieron que extirpar. Esta circunstancia hace que me haya alegrado, todavía más de sus éxitos.