Resulta fácil hablar de la retirada cuando estás en activo. Te das cuenta de que es como estar subido en un tren sabiendo que acabará llegando a la última estación y, en ese momento, toca bajarse. Yo por circunstancias de distinto tipo, (no sabría decir si fue mejor o peor), llegué con ganas de bajar en la última estación.
El principal cambio es mental. Cuando compites todo gira alrededor de un calendario de entrenamientos, carreras y otros compromisos y sin estas metas, tienes que empezar a crearte otras y construir tu vida fuera de la competición.
Afortunadamente tenía muchos campos e inquietudes por explorar y sensaciones que vivir y tanto en lo personal, como en lo profesional, me sentí ocupado desde el primer momento y muy a gusto con mi nueva vida, haciendo cosas distintas.
La sensación de “no compromiso”, ser dueño absoluto de tu tiempo es relajante, gratificante, pero también menos intensa y resulta importante plantearte nuevos retos.
Dejar la competición te permite ver las cosas con una mayor perspectiva y valorarlas de forma distinta. Llegas al final de tu carrera siendo mucho mejor piloto de lo que lo eras cuando empezaste y esta es la mejor recompensa. Debo también reconocer que no es menos cierto, que en más de una ocasión, a todos nos pasa por la mente la idea de “ojalá pudiese empezar a correr con lo que se ahora”. Es la experiencia que resulta del aprendizaje a través del tiempo.
Y es que: “Los años enseñan lo que los días ignoran”